HUASIPUNGO, JORGE ICAZA
OBRA HUASIPUNGO
- Jorge Icaza –
PERSONAJES:
-Don Alfonso Pereira
-don Leonel Coello Guamán
-Julio Pereira
-Mr. Chappy ¨gringo¨
-Doña Blanca Chanique
-Doña Lolita
-Policarpio
-Andres Chiliquinga
-Jacinto Quintana
-Juana
-Gabriel Rodriguez
-El cura
-Cunshi
SOBRE
ALGUNOS PERSONAJES PRINCIPALES
La historia de Huasipungo
tiene dos personajes fundamentales: el indio Andrés Chiliquinga, trabajador de
hacienda, y el patrón Don Alfonso Pereira, dueño de la hacienda. Julio Pereira
es tío de Alfonso, además de ser acreedor del mismo. Uno de los personajes “El
Cura” representa el poder de la Iglesia en la región, con todos sus defectos.
Mr. Chappy es un estadounidense que representa un poder económico venido de
afuera. Cunshi, mujer de Andrés, representa el estrato más humilde y desvalido
de esa sociedad.
RESUMEN
DEL LIBRO HUASIPUNGO
En Ecuador de principios
del siglo XX, la actividad agropecuaria se desarrollaba en las fértiles tierras
de la serranía andina. La mano de obra para las haciendas estaba constituida
principalmente por indios, que se alojaban con sus familias en humildes chozas
que disponían de una porción de terreno que cultivaban para el patrón, a cambio
del derecho de estar alojados allí y adquirir sus víveres en el almacén de la
hacienda. Cada una de estas unidades recibía el nombre de “Huasipungo”.
Una de estas haciendas era
propiedad de Don Alfonso Pereira, hacendado que enfrentaba problemas de deudas
con diversos acreedores. La presión de estos, entre quienes se contaba su tío
Julio, hace que Alfonso considere la idea de permitir que una compañía
petrolera estadounidense busque petróleo en su propiedad. Al fin y al cabo,
Alfonso prefería la vida en la ciudad que en la hacienda. Por otro lado,
Lolita, su hija adolescente, estaba embarazada de un mestizo de los llamados
“cholos”.
La empresa petrolera
necesita una vía de acceso al territorio, por lo que Alfonso convence a la
población de la conveniencia de una carretera. Esto trae más trabajo para los
indios, además de desalojos. Los indios entonces comienzan a experimentar una
vida aún más dura de lo que ya conocían. No encuentran apoyo en ningún sector
de la población blanca; ni siquiera en el cura, que por el contrario exhibe un
comportamiento corrupto.
Las condiciones de vida de
los indios se narran con horrendo detalle: niños que pasan el día entre sus
propias heces, castigos brutales, personas que tienen que trabajar aún estando
heridos o enfermos, y la práctica del derecho de pernada, son una constante. El
hambre llegó a tales niveles, que un grupo de indígenas desentierra el cadáver
podrido de un buey, para comérselo; como consecuencia, la mujer de Andrés, que
comió del animal, muere.
Al estar lista la
carretera, los indios creen por un momento que llegaría su salvación, pero por
el contrario, son desalojados, de nuevo brutalmente, hacia la montaña, donde la
tierra no es fértil y estarán a merced de las crecidas. Los huangos serán
derribados para levantar las residencias de los gringos.
Los indios intentan
rebelarse contra este nuevo y definitivo atropello, y de hecho logran
levantarse furiosos; pero Alfonso pide ayuda a su tío Julio, que logra enviar
soldados a la hacienda para contener la rebelión. Los indios alzados son
replegados hasta la choza en el huasipungo de Andrés, donde viven sus últimos
minutos antes de ser arrasados. Poco después, vendrá la maquinaria que iniciará
los trabajos.
FRAGMENTO
"-Nu han de robar así nu más a taita Andrés Chiliquinga-
concluyó el indio, rascándose la cabeza, lleno de un despertar de oscuras e
indefinidas venganzas. Ya le era imposible dudar de la verdad del atropello que
invadía el cerro. Llegaban... Llegaban más pronto de lo que él pudo imaginarse.
Echarían abajo su techo, le quitarían la tierra. Sin encontrar una defensa
posible, acorralado como siempre, se puso pálido, con la boca semiabierta, con
los ojos fijos, con la garganta anudada. ¡No! Le parecía absurdo que a él...
Tendrían que tumbarle con hacha como a un árbol viejo del monte. Tendrían que
arrastrarle con yunta de bueyes para arrancarle de la choza donde se amañó,
donde vio nacer al guagua y morir a su Cunshi. ¡Imposible! ¡Mentira! No obstante,
a lo largo de todos los chaquiñanes del cerro la trágica noticia levantaba un
revuelo como de protestas taimadas, como de odio reprimido. Bajo un cielo
inclemente y un vagar sin destino, los longos despojados se arremangaban el
poncho en actitud de pelea, como si estuvieran borrachos, algo les hervía en la
sangre, les ardía en los ojos, se les crispaba en los dedos y les crujía en los
dientes como tostado de carajos. Las indias murmuraban cosas raras, se sonaban
la nariz estrepitosamente y de cuando en cuando lanzaban un alarido en recuerdo
de la realidad que vivían. Los pequeños lloraban. Quizás era más angustiosa y
sorda la inquietud de los que esperaban la trágica visita. Los hombres entraban
y salían de la choza, buscaban algo en los chiqueros, en los gallineros, en los
pequeños sembrados, olfateaban por los rincones, se golpeaban el pecho con los
puños --extraña aberración masoquista--, amenazaban a la impavidez del cielo
con el coraje de un gruñido inconsciente. Las mujeres, junto al padre o al
marido que podía defenderlas, planeaban y exigían cosas de un heroísmo absurdo.
Los muchachos se armaban de palos y piedras que al final resultaban inútiles. Y
todo en la ladera, con sus locos chaquiñanes, con sus colores vivos unos y
desvaídos otros, parecía jadear como una mole enferma en el medio del valle."
GÉNERO
DE LA OBRA
Huasipungo se considera un
ejemplo clásico de literatura indigenista, que fue el vehículo preferente de
los autores latinoamericanos para plasmar la realidad del continente, hasta la
irrupción del realismo mágico. En estas novelas se pone en evidencia la
realidad de la manera en que vivían, no sólo los indios, sino en general los
estratos más humildes de la sociedad.
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